No usaba el casco porque me despeinaba…
Eso solía decir.
No usaba el casco porque me despeinaba…
Eso solía decir.
Cada vez que alguien me lo recordaba, lo tomaba como exageración.
Total, “solo voy aquí cerca”, “yo controlo”, “nunca me ha pasado nada”.
Hasta que pasó.
—
Recuerdo el sonido. El golpe seco.
Y luego… la nada.
Desperté conectado, con tubos saliendo de mi boca, sin poder hablar ni moverme bien.
El dolor era insoportable. Pero lo peor fue cuando me mostraron esto:
mi cráneo.
Roto.
Hundido.
Fracturado en tantos pedazos que ya no se podían contar.
Mandíbula destrozada.
Orbita ocular comprometida.
Tejidos internos dañados.
Y mi rostro… irreconocible.
—
El diagnóstico fue:
traumatismo craneoencefálico severo con múltiples fracturas faciales.
Una cirugía tras otra.
Reconstrucción ósea.
Fijadores.
Meses sin poder comer sólido.
Años de rehabilitación.
Y todo… por no usar un casco.
—
Hoy, me miro al espejo y me veo diferente.
Pero lo más importante no es eso.
Lo importante es que estoy vivo.
De milagro.
Y con una única misión: que a ti no te pase lo mismo.
— Si usas moto, bicicleta o patineta:
Ponte el casco. Siempre.
No importa si vas cerca.
No importa si “solo un ratito”.
No importa si te despeinas.
Una fractura como esta no se arregla con gel ni con excusas. Lo que de verdad arruina tu día no es un casco…
Es no tenerlo cuando más lo necesitas.
—-
Advertencia: esta información es de carácter académico e informativo. No reemplaza la valoración médica presencial ni debe utilizarse para autodiagnóstico. Ante cualquier síntoma, consulta siempre con un profesional de salud